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Las niñas salvajes (PYL 001)

Iris Borda

Las niñas salvajes, Ursula K. Le Guin

Sabéis que me apasiona el estilo directo y seco de Le Guin, y Las niñas salvajes está lleno de magníficos ejemplos. La frase que analizamos hoy es terriblemente certera, y da de lleno en una realidad: muchas mujeres adultas maternan a hombres de su misma edad.

Estamos ante dos posibles análisis: por un lado, ¿por qué las mujeres se comportan como madres con sus parejas?, y por otro lado, ¿qué implica para los hombres ser «como bebés»? Desde el feminismo tendemos a analizar la primera cuestión, pero hoy me interesa más la segunda. Sin embargo, repasemos las razones que nos llevan a las mujeres a comportarnos como madres.

¿Qué significa comportarse como una madre? Maternar significa, básicamente, cuidar desde el amor.

Las mujeres somos grandes especialistas en cuidar de los demás —sobre todo de los hombres— porque se nos a socializado en ello desde bien pequeñitas. Se nos socializa con juegos (las casitas, jugar a mamás), con piropos (qué niña más buena y ordenada), con reproches (¡hazte la cama!), con la ficción (¿en cuántas series la única responsable es la chica?), con el ejemplo, con la presión social, etcétera. Las formas son tantas y tan variadas que es imposible citarlas todas.

Pensemos en cómo se traduce esto en nuestro día a día. Veamos solo algunos ejemplos. A las mujeres se nos enseña a ser buenas…

—limpiando, cocinando y organizando. Es decir: cuidando del hogar que compartimos con nuestra pareja, y con nuestros hijos, si fuese el caso. No quiero entretenerme en argumentar cómo se consolida esta socialización pero sí me apetece detenerme un momento en mostrar hasta dónde llega. Pensad en las casas donde se reparten las tareas. La mía era una de estas casas, por ejemplo. Cada domingo se hace limpieza de la casa y se dividen los espacios de forma equitativa: baño, cocina, comedor y todo lo demás. Y parece justo, ¿verdad? Sin embargo, ¿quién creéis que ha ideado este método de organización, y por qué?

—madres, valga la redundancia. Y con «buenas madres» me refiero a la respuesta a esta pregunta: ¿quién lleva el peso de la crianza? Jugar con nuestros hijos no basta. Adoptar el papel divertido que adoptan muchos padres, no basta. Ni son tus amigos ni son tus colegas, son tus hijos y tienes que educarlos. Educar implica poner límites, ayudar a hacer los deberes, conocer a sus profesores y amigos, interesarte por su vida, preguntar por sus intereses y no limitarte a arrastrar al niño a los tuyos (por ejemplo, asumir que el fútbol te gusta a ti, y no al crío). Educar implica ser, a veces, el malo de la película, el pesado. Educar también implica la carga mental de saber quién es su pediatra y cuándo tiene que volver a ir, qué vacunas tiene y cuáles no, cuánto hace que no come verdura o si necesita ropa nueva.

Fijaos en el factor común de todo lo dicho: a las mujeres se nos socializa para tener como prioridad las necesidades ajenas, ya sean de nuestros hijos o de nuestras parejas. Desde luego, así resulta muy fácil cuidar, nos convierte en unas excelentes cuidadoras.

¿Qué significa para ellos, en cambio, ser unos eternos bebés maternados por sus parejas? Podría decir felicidad, calma, relax, pero elijo otra palabra: prosperidad.

Me imagino que resulta sencillo prosperar, en cualquier ámbito, cuando tus necesidades básicas están cubiertas, y las de cuidados también. Cuando tu mente no está ocupada con la lista de la compra o sobre si hay que limpiar a fondo la ducha; cuando tu mente está libre de ir hablar con la tutora, de pedir cita al pediatra o de felicitar a tu suegra en nombre de ambos. Es fácil prosperar cuando te puedes centrar en ti y en tu carrera, mientras tu pareja se centra en vuestra casa, vuestros hijos y vuestra supuesta vida en común.

Así que, y sin ánimos de corregir a la maestra Le Guin, me parece que las mujeres, más que madres para nuestras parejas, somos los hombros donde se suben para llegar más arriba, como diría Ana de Miguel.

Os recomiendo este breve relato de forma apasionada: «Las niñas salvajes», de Ursula K. Le Guin.

2 comentarios en «Las niñas salvajes (PYL 001)»

  1. Brutal. Siempre tengo discusiones respecto a este tema, y lo que suelo escuchar en respuesta es una negación rotunda alegando que “cuidar” nos sale solo a las mujeres “por que lo llevamos dentro”… mi respuesta siempre es la misma, “te equivocas, nos han educado para cuidar y no nos hemos dado cuenta” Gracias 🙏🏼

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