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Según la ciencia, ¿podrían existir los dragones?

Iris Borda

Sabéis lo mucho que amo a los dragones y es duro para mi saber que no existen, por eso, hagamos un breve viaje al terreno de la especulación.

Si los dragones existiesen (hablo de los dragones europeos), creo que su línea evolutiva partiria de los arcosaurios y seguiría por los cocodrilos (que también tienen las patas a los lados). Hay quien cree que hubiesen evolucionado de los escansoripterígidos (família de dinosaurios cercanos a las aves) o de los pterosaurios. El tema es que tendrían que haber evolucionado de algún tipo de bicho ancestral con seis patas, dado que las alas son adaptaciones evolutivas producidas en las patas delanteras y, como sabemos, un dragón tiene cuatro patas y dos alas (si tiene dos patas y dos alas es un guiverno).

Alerta, no confundir.

Así que, bueno, sería más probable evolutivamente que existiesen los guivernos. ¡Pero tampoco! Oscuro y cruel mundo.

Pero imaginemos que sí, que existieron, o que existen. Sabemos que su tamaño no sería un problema, pero ¿podrían volar y escupir fuego? Veamos qué dice la ciencia.

Arranquemos por lo de volar y, antes de nada, entendamos la física del vuelo. Toda ave (murciélago o avión), mientras vuela, está sometido a la acción de cuatro fuerzas que actúan en cuatro direcciones distintas: 1) el peso, hacia abajo, que debe compensarse con 2) la sustentación de las alas, hacia arriba. Y luego tenemos 3) la resistencia aerodinámica (hacia atrás), que se vence gracias al 4) el empuje (hacia delante).

Esto nos sirve para entender la proporción de tamaño “bicho-alas”. La fórmula física que resume todo el temita del vuelo (S = (CS·r·V2·A) ∕ 2), nos explica que la fuerza de sustentación (es decir, la fuerza que hacen las alas) es proporcional al producto de la superficie alar por el cuadrado de la velocidad alcanzada. Vaya, en otras palabras, que a cuanto más tamaño del bicho, más grandes tienen que ser las alas, pero este aumento de tamaño no sucede en la misma proporción.

Hablemos con ejemplos que nos entenderemos mejor. Imaginemos a Drogon (aunnque Drogon es un guiverno), con una longitud de 35 m, una envergadura de 70 m y un peso de unas 60 toneladas. Es una locura, pero es algo deducible de las proporciones que se nos presentan en Juego de Tronos. La locura aún mayor es que, para que estas dimensiones pudiesen volar, hablamos de una superficie alar de 400 m2. ¡400 m2! Esto no es viable.

Otra conclusión lógica es evidente y dolorosa: la evolución no potenciaría el vuelo a un bicho así de grande, porque el coste energético sería elevadísimo y no compensaría los beneficios de poder voler.

Otro problemilla es que las alas (sobre todo los huesos de las alas), estarían sometidos a un esfuerzo inmenso para mantener en el aire a un dragón, y no podrían resistir sin romperse.

Por no hablar de la brutal musculatura pectoral que requerirían estas alas.

En resumen: un dragón no podría volar.

No sabéis el dolor que me produce esto. Nunca la física me había parecido tan desagradable.

En cuanto al fuego, ¿podrían escupir fuego los dragones? Para que pudiesen producir fuego necesitarían producir tres tipos de componentes en grandes cantidades: un combustible poco pesado, oxígeno y una fuente de calor adecuada que genere llama o chispas. 

Hay diversas opciones. En la opción 1, el combustible podría ser el metano. Si las vacas lo producen, ¿por qué no los dragones?

¡Eso sí! Nuestro dragón productor de metano debería comer hierba, en lugar de carne. Lo cual es una locura para la mitología de los dragones, pero aceptemos hipopótamo como animal de compañía, va.

El oxígeno no es un problema, porque abunda mucho en el aire. ¿Y las chispas? Podríamos imitar a las aves, de nuevo, y pensar que los dragones tienen piedras en su vía digestiva para ayudar a triturar los alimentos (como las mollejas de las aves), y si estas piedras fuesen pirita y sílex, es razonable pensar que produzcan chispas.

En resumen: lo de escupir fuego podría llegar a ser viable. Los problemas serían cómo pasarlo a través de la garganta sin que se abrase el dragón (lo cual podría ser posible a través de unas enzimas parecidas a las de algunos escarabajos que escupen aerosol tóxico extremandamente caliente), y cómo mantendría una ráfaga de fuego constante.

En la opción 2, el fuego se generaría fuera del dragón, y así nos ahorramos el jaleo de tener que reforzarlo por dentro para que no se abrase a sí mismo. Hablamos de sustancias pirofónicas. Estos materiales son altamente reactivos y pueden incendiarse sin necesidad de una fuente externa de ignición, debido a su capacidad para reaccionar rápidamente con el oxígeno en el aire.

Debéis saber que, por fin, la naturaleza juega a nuestro favor, y hay algunas de estas moléculas pirofónicas que los organismos pueden fabricar de manera fiable, como el sulfuro de hierro (como ciertas bacterias o arqueas) o la fosfina. Reconozco que la fosfina suele ser más asociada con procesos químicos y geológicos que con la actividad biológica, pero también es verdad que puede producirse en los intestinos de ciertos animales (como la carpa común o las termitas).

El problema aquí es que el gas no es muy fiable. Imagina que un dragón es capaz de generar fosfina y que, al escupirla o rociarla y entrar en contacto con el oxígeno del aire, se convierte en llamas. Hasta aquí, todo okey, pero los gases tienden a expandirse y pueden ser llevados por el viento, lo que podría llegar a ser peligroso para nuestro amado dragón, y eso sí que no.

Un líquido, por tanto, sería más fiable que el gas. El etanol (alcohol etílico) es mi opción number one porque arde con una llama naranja, que es la típica asociada a los dragones (el metanol, por ejemplo, ardería con una llama azul fría que no viene a cuento). Ambos químicos podrían producirse en los intestinos del dragón.

Resumiendo: es más fácil que un dragón escupa fuego que vuele.

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