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La exculpación del putero en la literatura

Iris Borda

Decía la escritora argentina Liliana Viola que en ningún otro sitio pueden hallarse tantas putas juntas como en una biblioteca. Y tiene razón. Y hay que corregir esto. Hay que pelear hasta que la prostitución solo aparezca en los libros de historia.

La «prostituta» es un arquetipo literario femenino: tenemos a la madre, a la esposa, la amante, la virgen, la bruja, la hija y la puta. La figura de la prostituta se repite a lo largo de la literatura como un contiuum y deja claro que esta es una de las formas más comunes en la que nos han conceptualizado los hombres.

Hoy vamos a hablar de esto: de literatura y prostitución. Más en concreto: de las herramientas de exculpación del putero que vemos presentes en la literatura.

La primera forma de exculpación del putero que quiero comentar es, quizá, la más famosa: mostrar a la puta como a una mujer empoderada, satisfecha con su realidad. No vemos representadas a las mujeres prostituidas como víctimas, sino como una joven algo tonta y muy risueña que, aunque pudiese preferir otro tipo de vida, no le acaba de disgustar la prostitución. Sí, me refiero a todas esas veces que hemos visto a mujeres prostituidas correteando desnudas por los burdeles, riéndose entre ellas y demostrando una constante complicidad con los puteros.

Esta representación falseada de la realidad de un burdel distorsiona la imagen del putero, y lo exculpa. Dejamos de ver al putero como a un victimario que sustenta la prostitución con su demanda. Lo dejamos de ver como un hombre capaz de pagar por acceder al cuerpo de una mujer que no le desea, y pasamos a verlo como un cliente simpático, que acude a un burdel donde todo el mundo es feliz de estar allí.

Otra forma de exculpar al putero, también muy típica, es la de pintarlo como un salvador. Pensad en Pretty Woman. Incluso existe la versión distorsionada de esto: el putero como un pobre ingenuo que ha sido engañado por una prostituta. Esto se relaciona con una antigua idea patriarcal: las mujeres somos malas y nuestro cuerpo y sexualidad es un pecado, que usamos para atraer y engañar a los hombres. Esta idea, que parecía superada, sigue vigente en la prostituta que le hace creer a un pobre putero que le ama, cuando en realidad solo quiere su dinero.

Volviendo a la idea de que las mujeres disfrutan de estar en un burdel, pensemos en la cantidad de veces que hemos leído (o visto en la pantalla) a una prostituta que no le cobra la putero, porque se lo ha pasado demasiado bien para cobrarle. Lo vemos desde el cine (por ejemplo en American Visa, de Juan Carlos Valdimia Flores, hasta la literatura y las series, como es el caso de Juego de Tronos). ¿Cómo moldea esto el imaginario colectivo?

Esta es una exculpación total al putero. Es la representación de que la prostituta está agradecida y se lo demuestra siendo gratuita. Vemos aquí un síntoma de cómo se representa realmente la prostitución en el arte: como la fantasía masculina de lo que es la prostitución. ¿No habéis oído nunca a un hombre decir que él, si fuese mujer, sería puta, porque así follaría mucho y, encima, le pagarían? Nos cuentan que las mujeres estamos en los burdeles porque disfrutamos el sexo con hombres de todo tipo y, a veces, lo disfrutamos tanto, que nos parece hipócrita cobrarles.

Hablemos ahora de la prostitución de lujo, otra trampa para exculpar a los puteros, muy presente en la literatura. Para poner dos ejemplos actuales, pensemos en Irogenia de Lys, de Canción de Hielo y Fuego o en la amante del Rey de Francia, de Las aguas del Versalles. En ambos casos, nos topamos con dos mujeres prostituidas pero ricas, que atraen a los hombres más poderosos y ricos del momento. En ambos casos, además, hay otro factor digno de analizar: la compra de la prostituta, es decir, la exclusividad y la disposición a demanda del putero.

En el caso de la amante del Rey está claro. Ella solo puede estar con el Rey, a pesar de que el Rey esté con otras mujeres, y debe estar disponible para el sexo todas y cada una de las veces que el Rey quiera. Él la mantiene a cambio de este trato, lo cual implica una prostitución a tiempo completo.

En el caso de Irogenia de Lys, vemos que diversos hombres ricos le propusieron matrimonio, y ella los rechazó a todos. Cabe reflexionar sobre la relación entre matrimonio y prostitución. Si un matrimonio no se basa en el amor o, como mínimo, en la libre decisión de ambas personas implicadas, ¿cuan distinto es de un contrato prostitucional? Con exclusividad y a tiempo completo, eso sí, y con el plus de los cuidados y la reproducción. En otras palabras: todos estos hombres dispuestos a casarse con Irogenia de Lys, tras el matrimonio, no hubiesen empezado a respetarla y a tener su deseo sexual en cuenta, todo lo contrario. Tras el matrimonio, hubiesen seguido queriendo que Irogenia fuese una puta, que complaciese todos sus deseos masculinos. No querían casarse con una mujer, querían comprar una prostituta.

Recuperando el tema de la prostitución de lujo, que puede resultar confuso, me gustaría hacer una análisis más completo.

Se puede pensar que la prostitución de lujo es algo a parte de la prostitución, que son dos cosas distintas. Pero ¿lo son? Lo que sucede en la prostitución es exactamente lo mismo, con independencia del precio convenido: un hombre accede al cuerpo de una mujer que no lo desea a cambio de una suma de dinero. Esto es la prostitución. Desde luego, la inmensa mayoría de estas mujeres son mujeres empobrecidas, que llegan a la prostitución a través de la trata o por problemas económicos o de drogadicción, pero no son las únicas entradas posibles a la prostitución. Sin embargo, este es otro tema, para otro artículo (déjame en comentarios si te interesa que lo desarrolle).

Por tanto, sabiendo que la prostitución tiene la misma base sea de lujo o no lo sea, vemos que esta coletilla, de lujo, no hace referencia a las mujeres, sino a los hombres que las consumen. Una coletilla, además, que no es representativa de la realidad de la prostitución.

Este de lujo no indica que ella viva mejor, sino que él puede permitirse estar con una mujer que cobra mucho. La prostitución de lujo no tiene que ver con ellas, repito, sino con ellos. Es una forma de marketing, de hacer exclusivo un producto para que los hombres ricos sientan que lo que consumen está a su nivel.

También es una forma de hablar entre ellos, a través del acceso a nuestros cuerpos. Con el ejemplo de Irogenia de Lys se ve con claridad: ella rechazó a decenas de hombres, pero ellos seguían proponiéndole matrimonio, porque era la mejor puta de todo el mundo. ¿Creéis que esos hombres solo estaban motivados por el deseo de estar con ella? ¿O creéis que había una parte de diálogo con los otros hombres? Con aquellos que no pudieron comprar a Irogenia, y con aquellos a los que despertaría envidia a partir de ese momento, porque él sería el propietario de la mejor puta del mundo.

Para terminar con la prostitución de lujo, señalar una idea que se asienta en el imaginario colectivo: todas las mujeres tenemos un precio, porque todas somos, en el fondo, unas putas. Da igual si este precio es desorbitado, es «de lujo», el hecho es que existe, nos dicen.

Existen otras formas de exculpación del putero en la literatura, entre ellas, la idea de que el cuerpo y la mente son dos cosas inconexas, pero, para no hacer esta entrada demasiado larga, me reservo su análisis para otro día. Hoy lo dejo aquí, y estaré atenta a los comentarios, por si queréis que sigamos trabajando esta temática.

4 comentarios en «La exculpación del putero en la literatura»

  1. Muy buena exposición.
    La prostitución de lujo, efectivamente, es para que los hombres ricos presuman de que la pueden pagar. Conocí a uno que decía que él nunca estaría con una «mujerzuela», él iba con prostitutas de lujo porque podía permitírselo.
    Resumiendo un violador con dinero.

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  2. Me gusta mucho este artículo. Me he acordado del maravilloso libro de Joana Gallego: Putas de película: 100 años de prostitución en el cine. Gracias por compartir tus trabajos de investigación. 🙂

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